jueves, 31 de mayo de 2018

2030... ¿Y mi libro?


                    Aún recuerdo cuando jugaba a mandarme whatssaps  (haciendo trampa) con mis compañeros de clase mientras hacíamos un escape room, un juego que nos servía para aprender aquella asignatura que los profesores tanto amaban o decían que había que amarla. ¿Literatura?

Recuerdo mucho más el día que un profesor nos dijo que la poesía estaba más cerca aún de lo que pensábamos, que con escuchar una canción, podríamos estar ante un fragmento lírico... La verdad es que eran tiempos memorables, de suavidad, de escucha, de comprensión...

Pero ahora, todo ha cambiado. Las TIC invadieron tanto a ciertos profesores que los contagiaron de negatividad y recelo hacia lo nuevo; dejaron de querer tanto la literatura que somos nosotros los encargados de retornar a ese mundo que durante tantos siglos estuvo presente en nuestras memorias. Ahora, en una clase, se plasman los temas y formas mediante vídeos, y digo vídeos porque nuestros docentes ya ni se comunican con nosotros, si eso, mandan un whatssap como recordatorio de que tenemos que hacer una dramatización en lo alto de una colina sobre una tal Melibea; dice que así comprenderemos la literatura Medieval. 


           Por eso, ahora, nos encontramos dentro de un bucle de ''no comunicación'', de ''no aprendizaje colaborativo'' que nos lleva a cuestionarnos si debemos, como alumnos, remontar esta fase oscura y superar las barreras de la educación que, en un principio, fue considerada como algo tradicional, pasando por lo ''moderno y tecnológico'', consiguiendo volver a cosechar los fundamentos principales que hacían soñar a nuestros padres y a nosotros mismos, consiguiendo que queramos todos volver a ser ''llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas''. 

Después de casi veinte años, las dudas vienen a mí, que estoy sentada delante de un viejo libro lleno de palabras de amor cuya portada no es del todo atractiva, pero que consigue transportarme, una vez más, al corral de comedias más famoso de España. 

Después de reencontrarme -mientras hacía una pequeña limpieza del disco duro de mi portátil- con este viejo compañero de vida, me planteo si sigue existiendo vida literaria y esperanza al otro lado de mi puerta de casa, esa que cruzo todas las mañanas  para impartir una supuesta materia a chicos y chicas. ¿Quiero seguir aprendiendo de estos jóvenes que tanto enloquecían cuando se ponían delante de unos versos? ¿Quiero volver a comunicarme con este gran público uniendo lo nuevo con lo viejo?

        Acaban de llamar a la puerta. Creo que es un ''sí''. Creo que lo vamos a llamar ''bienvenidos a lo nuejo''. Creo que tenemos que hablar de mucha cosas, compañeros del alma, compañeros.

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